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Jason AldreySuperadministrador
MARÍA LA VALENCIANA
Aprovechaba la mañana para ir a aprender inglés a una academia. Allí había una chica valenciana llamada María. El primer día que la vi le dije: «Te levantaste, te pusiste toda guapa delante del espejo y viniste para aquí, ¿verdad?». Y no sé qué le pasó, se emocionó toda. Empezó la clase y el profesor Ian, como yo era nuevo me pidió que dijera algo en inglés. Y como María me estuviera contando lo mucho que le gustaba el profesor, dije: «Mary likes Ian». Y toda la clase incluida María se echaron a reír. E Ian con lo blanco que era se puso rojo como un tomate. En ese instante me di cuenta de que metiera la pata.
Por si acaso busqué otra academia de inglés, porque no quería poner nervioso al profesor. Tenía que ser más tranquilo, la cultura inglesa es distinta de la española. No me gusta dar la nota con desconocidos. Porque yo tenía un defecto, creía que todo el mundo me quería, y eso es un error peligroso. Intuitivamente sabía que ese concepto no me funcionaba, porque notaba que había gente que se portaba mal conmigo, y no lo entendía. No entendía que hubiera gente a la que no le importaran los demás. Y cuando metí la pata en la clase de inglés, rodeado de más de veinticinco personas, casi todas mujeres, supe que entre ellos había gente a la que no le gustaba mi sinceridad, y que me iban a hacer alguna jugada, como me hicieran siempre, sin ser totalmente consciente de eso, pero sintiendo intensamente sus efectos.
Encontré otra academia y me marché. No volví a ver a María hasta que en la fiesta de fin de año que organizó Manuel, el dueño de The 2000 Restaurant, apareció ella invitada por la novia de uno de los hijos del dueño. Y yo pensando que esa chica era increíble. No sólo averiguó donde vivía, sino que consiguiera que la invitaran, no sé cómo lo hizo. Pero yo no estaba bien. Aunque me gustaba, no estaba mi situación para mujeres en aquel instante. En A Coruña se me obligara a tomar medicinas que me adormecían sin resolver nada, y aún me estaba habituando. Y yo, ya encontraba difícil llevar una vida normal, mucho más mantener una relación con nadie. Escapé todo lo que pude de ella porque no quería que se encariñase conmigo, no veía el modo de explicarle mi situación. Pero consiguió comprometerme para sacar una foto con ella y su madre, que también estaba allí. No quería tener nada que ver con ella porque no funcionaría, pero quería que conservase la foto de recuerdo. Si me ponía su lado, cuando tuviese novio, se celaría de mí y de la foto, y quizás se la hacía tirar. Así que me puse del otro lado con la madre en medio. Así me aseguraba de que iba a conservar la foto y acordarse de mí. Era una chica maravillosa, no sólo por ser guapa, sino también por ser una buena mujer. Me apenaba no tener fuerzas para intentar nada con ella. Pero lo dejé pasar. A cosa de las dos de la mañana fuimos a dormir mi padre y yo, porque ya estábamos trabajando en el cátering del Princess Royal Hospital en Haywards Heath, y poco después encontramos una casa cerca del trabajo y nos mudamos.
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