DISCOTECA

Salí unas pocas veces con los compañeros de trabajo del Ardingly. Una vez fuimos a una discoteca de Brighton, y allí había hombres vestidos con el traje de gala escocés, con su kilt, la famosa falda escocesa a cuadros. Desde luego Inglaterra era muy pintoresca con la variedad de culturas que la habitaban. Era asombroso. Casi cualquier cosa que hubiera en el mundo, se podía encontrar allí, o tenías un avión en un aeropuerto a una hora de distancia que te llevaba directo al lugar del mundo donde conseguir lo que buscabas, a un precio ridículo.

Cuando llegamos a la discoteca yo estaba cansado, porque tuviera el turno de temprano por la mañana y estaba sin dormir toda la semana. Encontré un asiento en una mesa de la discoteca e intenté echar unos de esos sueños reparadores de diez minutos que te dejan nuevo. Había tanta gente que no daría demasiado la nota. Pero sí que la di. Vino una mujer rubia toda preocupada a hablar conmigo. Y me dijo: «¿Te encuentras bien? ¿Estás con alguien?», y yo le dije que estaba con unos amigos. Y va y ella y dice: «Pues dile a tus amigos que te lleven a casa, no puedes estar aquí así». La mujer estaba realmente preocupada por mí, y me encantó. Pero yo sólo necesitaba una microsiesta. Entonces vino Roger y la chica le dijo que me llevaran a casa. Y yo, que acababa de llegar, y que hacía tiempo que no salía por una discoteca, no estaba dispuesto a perder la salida, y dije: «No Roger, no pasa nada». La que se montó. La mujer comenzó a gritar llamándome mentiroso enojada conmigo. Y va Roger y me cogió para llevarme a otro lado de la discoteca junto a Will nuestro supervisor con el que estábamos saliendo de marcha, diciéndome: «No le hagas caso». Pero yo sabía que la mujer se había preocupado por mí y se lo agradecía, y lamentaba el malentendido. Luego descubrí que para mucha gente inglesa, dormir con ruido o gente hablando, lo consideran algo peligroso para la salud.