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- Este debate tiene 0 respuestas, 1 mensaje y ha sido actualizado por última vez el hace 3 semanas, 5 días por Jason Aldrey.
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Jason AldreySuperadministrador
FACET IBÉRICA
Tras casi dos años en Inglaterra mi padre ya estaba recuperado y tenía trabajo hasta que se retirase siete años después. Así que decidí volver a Galicia. Regresé en medio del verano y me dediqué a salir con los amigos, que buenas ganas tenía de divertirme de nuevo. Salí por Coruña, Santiago de Compostela y Vigo. Después me matriculé en la universidad de la UNED en Educación Social. Pero poco tiempo después de empezar la carrera me surgió una entrevista en una empresa americana llamada Facet Ibérica. Pertenecía al grupo petrolero Clarcor y estaba situada en el polígono industrial de Sabón, en Arteixo, pegado a A Coruña. Fui a la entrevista de trabajo y directamente dije: «Soy dotado». Ya que tenía una virtud tenía que aprovechar y abusar de ella. Quien me entrevistaba, Cándido, el secretario general de la compañía, se sorprendió un poco y enseguida maticé: «Bien, hay muchos dotados. El cinco por ciento de la población es dotada, una de cada veinte personas, mucha gente», porque no quería parecer prepotente. Y asintió con la cabeza tranquilizado. Esperé un par de días y me dieron el trabajo. Y yo sabía que lo crucial no fuera que yo fuese dotado, sino que no fui prepotente. Sí, lo de dotado también contó, las dos cosas.
Empecé a trabajar en el departamento de compras nacionales al cargo de Avelino, familiarmente Ave. Por encima estaba Alfonso que llevaba todas las compras y en concreto las compras internacionales. Y pertenecíamos al departamento de producción, dirigido por el Ladrón de Quesos. Acababan de informatizar el sistema a un IBM AS/400 con unidad espejo. Una unidad que tomaba el control si fallaba la otra. Había dos chicos en el departamento de informática, uno para programación del AS/400, Ángel, que era con el que tenía que tratar yo, y otro chico para sistemas y redes. Mi labor era hacer pedidos y ofertas de compras nacionales, mas poner a prueba el funcionamiento de los programas informáticos. Así que pasé tres meses haciendo pedidos y evaluando una nueva aplicación para automatizar las ofertas a proveedores. Cuando un viernes que tenía pensado salir de marcha, me viene Ave a las ocho de la mañana y me dice que tengo que quedarme hasta la noche haciendo pedidos. Aparece con un montón pesado de hojas de especificaciones de material que parecía el trabajo de una semana. Era temprano por la mañana y aún estaba fresco y espabilado y yo quería salir de marcha fuera como fuera, así que clasifiqué las hojas. Puse las fáciles para el principio y las que tenían alguna dificultad o duda para el final, y le di caña de una forma obsesiva. En cuatro horas tenía hecho casi todos los pedidos, unos setenta, algunos de ellos con más de cien ítems diferentes. Tenía a los del departamento aterrorizados. Ahora sólo quedaban los pedidos más dudosos para los que necesitaba de la ayuda de Ave, a ver si me podía ir incluso antes de la hora, porque era viernes y quería salir pero ya. Pero ni con esas. Al parecer les daba en el orgullo dejarme salir antes de tiempo, incluso a su hora. Tuve que salir un poco más tarde, por no sé qué historias de que había mucho trabajo, cuando ya lo terminara hacía una hora. Estaba negro, tenía las neuronas sudando, y no del trabajo, sino con las ganas de ir de pubs por la ciudad después de toda una semana encerrado en la oficina trabajando. Al final se levanta Alfonso y me llevó en su Renault Laguna, y me dijo por el camino: «Cuando era joven también me comía los pedidos». Y lo tomé como un cumplido. Días después me comunican que me renuevan el contrato. Y pienso para mí, así que era eso, era una prueba. Y yo que sólo pensaba en ir de fiesta.
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