Inicio Foros LITERATURA Y ENSAYO CONTRA-ACOSO 33. Psicología equilibrada

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    Jason Aldrey
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    33. PSICOLOGÍA EQUILIBRADA

    [Persona fanática con el ideal utópico del bien. La perfección no existe, y este tipo de personas son las más peligrosas y malvadas por muy buenas y puras que se crean. Porque no tratan a la gente como personas, sino con juicios absolutos de “bueno” y “malo”, condenando a la gente, debido a faltas, errores y carencias menores, que es realmente válida como persona. Se elevan como supremacistas morales, cuando todos tenemos parte de buenos y de malos según las situaciones y con quien]

    «Soy tan bueno que no tolero la maldad. No la tolero hasta tal punto, que como descubra algo de maldad en el mundo, dispararé bombas atómicas para aniquilarlo».

    La psicología del equilibrio es ser capaz de hacer el bien y hacer el mal, discerniendo cuándo actuar de un modo o de otro de forma razonada, proporcionada y cauta. Los que quieren ser buenos con todos son un peligro social. Porque benefician a todos incluidos a la mala gente. La mala gente saca provecho de las buenas intenciones de los ingenuos sin conmoverse lo más mínimo. Gracias a eso obtienen toda la información, recursos, influencia y poder, ya que la gente buena se deja manipular, engañar, siempre dice la verdad, motivo por el cual la gente malévola posee información exacta y precisa sobre el entorno en que se desarrollan. Las personas bienintencionadas, cuando intentan resistirse, son atacadas, acosadas, ninguneadas, se les hace el vacío, se les margina y se les convierte en víctimas inútiles que no saben defenderse ni proteger a los suyos. Perdonan la maldad sin hacer justicia. Se resta su capacidad a la de la sociedad, se suman sus recursos a los de la maldad, y cuando son destruidos o dañados, se convierten en una carga social para las demás personas. Por lo tanto, la actitud ingenua que no sabe discriminar a quién beneficia, al bien o al mal, es el mayor riesgo de la sociedad. Peor que los malvados, porque confiamos en los ingenuos, y luego esa información delicada y sensible cae en malas manos. Los bienintencionados fortalecen a los deshonestos incluso en las cúpulas del poder, donde el peligro es mayor, porque no saben discernir, y se rodean de ellos sin darse cuenta, enseñándoles todo lo que saben. Además, cuando la justicia entra en acción, atacan a la justicia por castigar a los malvados. Porque piensan que castigar es cosa de mala persona, porque creen que toda la gente es buena y los defienden. Y la realidad es que hay gente buena y malévola.

    Una persona sana, sabe diferenciar cuándo puede confiar en alguien y cuándo no. Porque investiga a las personas, su comportamiento, y no se entrega a desconocidos. Hace un seguimiento de sus relaciones y tratos. Y crea una red social de personas con seriedad que valora y examina el entorno. Una red de garantías, basada en la confianza mostrada y verificada, en una rigurosidad en la transmisión y evaluación de la información, y con discreción. Filtrando datos poco fiables, malintencionados, exageraciones, despechos, malinterpretaciones y buscando fuentes de primera mano, confirmando la versión de la parte opuesta. Con esta información deciden con quién relacionarse y con quién no. A quién beneficiar y a quién no. Y si alguien está haciendo daño, deciden a quién perjudicar, siempre dentro de lo legal, y a quién no. Actuando como reguladores del comportamiento social, y garantizando la calidad de sus vínculos, relaciones, interacciones personales y profesionales y decisiones. Si no evalúan las dos posturas enfrentadas con igualdad de derechos y oportunidades, son unos desequilibrados psicológicos llenos de prejuicios sociales.

     

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