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Jason AldreySuperadministrador
AISLAMIENTO
Vivía solo, mis amigos estaban todos en la universidad con nuevas vidas, y yo lo prefería así, estaba tranquilo. Dejé de salir, sólo estudiaba, leía libros, y hacía experimentos de programación con el ordenador. Me encerré en casa y cogí una depresión. Era una depresión endógena, provocada por mi propio organismo. Después de un año de subidón vino un año miserablemente terrible de bajón. Dejé los cursos y así estuve cosa de un año sin hacer mas que leer, leer y leer. Me sentía acabado. Un día vino una de mis hermanas a hacerme una visita y pasar unos días en la casa, con mi cuñado policía nacional.
Yo decidiera quitarme la vida, era 1997. Tenía entre mis manos la pistola de mi cuñado. El corazón me latía ante la decisión que tomara. Automáticamente iba a apretar el gatillo sobre mi sien. Se acabó, pensé, todo este sufrimiento se acabó por fin. Me puse delante del espejo para verme morir, y de repente sonó la puerta del piso que se abría. Corrí a esconder la pistola en un cajón y vi a mi hermana que me preguntó: «¿Qué haces?». Y le contesté: «Nada, me miraba en el espejo». «¿En mi habitación?», replicó ella mirándome raro, Salí nervioso del cuarto y fui al salón. Mi hermana sospechaba algo. Subió mi cuñado y estuvieron hablando los dos un rato solos antes de salir fuera. Me vieran muy raro esos días.
Mi hermana cogiera el móvil que se le olvidara y marcharon los dos. Ahora me daba cuenta de que no se fiaban, a saber qué barbaridades imaginaban. Cerraron la puerta tras de sí y quedé aliviado. «¿Por qué vinieron justo ahora? ¿Por qué me impidieron hacer esto?». Pensé. Tal vez era una señal, tal vez no me llegara mi hora de morir, Tal vez el destino esperaba algo de mi antes de abandonar esta vida. Todo esto es muy bonito pero no dejaban de ser supersticiones. Y sin embargo produjo un cambio.
Me puse a pensar. Lo perdiera todo, nada tenía sentido en este instante para mí. Pero lo que acababa de suceder me impactara. La emoción de pánico cuando oí la puerta abrirse me activara el sentido, me hiciera sentir vivo por primera vez desde hacía meses. ¿Por qué no disparara en ese instante? No quería cargar a nadie con la experiencia de verme morir. Sentía la adrenalina recorriendo mi cuerpo. «Tengo que pensar, tengo que pensar…», me decía una y otra vez. Miré por la ventana y vi aún a mi hermana hablando con mi cuñado al lado del coche mirando hacia aquí. Por fin se metieron dentro del auto y marcharon.
No pensara que morir fuese tan difícil. Creía que simplemente tenía que matarme, y ya. Pero la realidad conspiraba para impedírmelo. Aquello era una señal. Tenía la pistola al otro lado del piso, a unos metros. Podía intentarlo de nuevo. Pero no, esto significaba algo, no creía en las casualidades. Significaba que no llegara el momento todavía, y no sabía por qué. Tal vez tenía una oportunidad más, una que no volvería. Necesitaba dar un paseo. Me puse una sudadera y caminé desde Os Castros hasta la playa de Riazor.
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