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Jason AldreySuperadministrador
45. EMPRESAS
[Definitivamente, lameculos sin dignidad]
«Sí, yo soy un devoto de mi empresa. Trabajo doce horas diarias, el tiempo de descanso lo dedico a entretener al personal para que rinda más. Todas mis ideas se las regalo a mi jefe para que me aprecie. Me gusta servir y ser fiel a quien me da de comer. Sus intereses están por encima de los míos. Se lio con mi hija de veinte años, pero como es el jefe no pasa nada, aunque le tire los trastos a mi mujer. Le hago la compra cuando va de viaje para que encuentre las cosas listas cuando llega. Son trabajos extra. Pero por lo menos gano el salario mínimo. No me puedo quejar, mis estudios universitarios dieron sus frutos. Triunfé».
Las empresas alquilan nuestro tiempo y servicios, pero no nuestra vida. Nuestra imagen personal es propiedad nuestra. Nuestros intereses personales son nuestros. Nuestro tiempo de descanso es nuestro. Y la trayectoria profesional, salvo contrato que indique lo contrario, es nuestra. No tenemos por qué segur manteniendo una relación con una empresa si deja de interesarnos. Nuestra relación con los miembros de la empresa es laboral, no somos su propiedad ni los siervos de nadie. Nuestro tiempo libre lo podemos dedicar a las cosas que nos interesan. No tenemos por qué dedicarnos a entretener a los demás trabajadores. Las estructuras informales y sociales de una empresa se usan para obtener información confidencial de los trabajadores, para ser manipulados por los directivos o por otros compañeros, que tienen intereses particulares.
Desde mi punto de vista, en una empresa hay que ser educado con todos, pero tener vínculos sólo con personas escogidas, si las hay. Toda información privada proporcionada y obtenida por los demás trabajadores puede ser alterada y usada para desprestigiarte. Las personas socialmente populares son las más intolerantes con los que destacan por méritos propios. Les restan protagonismo y compiten por sus intereses, tales como aumentos, ascensos, o la atención de las mujeres. Las personas sociales se vuelven inseguras y desconfiadas con la gente que no se quiere relacionar con ellas, y se transforman en un riesgo potencial. Comienzan a hacer suposiciones absurdas en público y a abusar de la imaginación negativa. Por eso la cordialidad, la educación, y el respeto a la posición, territorio e intereses de la persona popular facilita las cosas. Si pretendemos competir con él o ella, lo mejor es declararlo pública y socialmente para evitar malentendidos intencionados por su parte, y poner en evidencia que si te agreden o difaman es por motivos interesados.
Los comportamientos jerárquicos de jefes que se creen dioses de la dominación son intolerables. Desde un primer momento hay que dejar clara una actitud, no necesariamente con estas palabras. El ser humano posee el potencial de una divinidad, y no permitimos ni toleramos imposiciones ilegítimas fuera del propósito de nuestro puesto de trabajo. La única obediencia que debemos a nuestros superiores es en el aspecto profesional. Jamás personal, por mucho que proclamen los libros empresariales o de técnicas de búsqueda de empleo. En caso de duda preguntamos qué relación hay entre su orden y el trabajo que tienes que desempeñar. Este es el mensaje, y debe ser remarcado con dignidad y osadía. Estamos en la empresa para trabajar y servir a su propósito oficial, apoyar a sus miembros en la labor con todas nuestras fuerzas, capacidades, interés, voluntad y entusiasmo del que somos capaces durante el horario o los plazos convenidos de trabajo. Que no se equivoquen. Somos personas individuales, pero también estamos aquí para solucionar las cosas. Exigimos respeto, si es que quieren que conservemos el nuestro por ellos. Y no es una amenaza, es una promesa. No estamos aquí para besar el suelo al paso de ningún jefe ególatra. Cuando te encuentras en una empresa de buena gente, que respeta, y muestra sus virtudes con humildad sin avasallar, todo lo anterior no es necesario. Hasta puedes dedicarte a servir como un esclavo, porque da gusto trabajar y servir con gente así. Si no es el caso, que es lo normal en la mayoría de las ocasiones, ni se te ocurra. Porque esa actitud no se exige, tienen que ganarla los directivos de la empresa. Y si no la ganan, los que no valen son ellos. Que los despidan.
La actitud de dominio, manipulación, amenaza y acoso, a la que someten algunos directivos a sus trabajadores es intolerable. Destruye su autoconcepto y dignidad como personas, acaba con su prestigio y estatus social. Si nos restan estatus y valor como personas, entonces esa empresa acaba con nosotros en lugar de edificarnos. Cuando nos hacen acceder, con pequeñas trampas o engaños, a actos deshonestos, están destruyendo nuestra integridad. Es un proceso acumulativo que va a más, hasta que son tales las deshonestidades que se acumulan sobre nosotros, que en el momento en que les interese apretarnos o usarnos de chivos expiatorios de sus errores o chantajearnos, lo hacen. Estemos atentos a cualquier persona que nos coacciona, domina, o persuade, pretendiendo que es una situación de vida o muerte, o de urgencia, a hacer algo en contra de las normas, de la ética, o de la ley, basándose en el compañerismo o amistad. Consultemos primero a un superior que asuma la responsabilidad. Porque si la responsabilidad va a ser nuestra, entonces la decisión de actuar también es nuestra, diga lo que diga quien sea, y directamente decirle: «Yo no soy tu amigo, sólo trabajo contigo». Y si luego pretenden acusarnos por no haber actuado siempre estaremos avalados por el cumplimiento de la legalidad.
En todas las empresas hay intereses sexuales entre las personas. Son muchas horas de convivencia y deseamos lo que vemos. No somos los únicos que pensamos de esta forma. Hay intereses contrapuestos, lo cual puede derivar en una rivalidad e incluso acoso para deshacerse de ti. El exceso de celo, en ocasiones, por parte de nuestros superiores, que, al ostentar un estatus superior, lo utilizan para seducir a miembros del personal, nos pone en una situación de desventaja. Poniendo en riesgo nuestra reputación en manos de difamaciones, trampas, o delitos cometidos contra nosotros. En el sexo y en la guerra todo vale. En el mundo laboral, realmente también. Lo preferible es evitar relaciones sentimentales en el trabajo. De este modo ese facto lo eliminamos casi por completo. Porque, aunque si alguien está interesado, y hay otra persona interesada por ese alguien, puede celarse de nosotros. Si adoptamos la actitud «Nada de relaciones sentimentales en el trabajo», se sentirán seguros y terminarán confiando en nosotros, siendo eso una garantía para nuestro puesto de trabajo y objetivos. Y si tenemos un puesto de autoridad o el líder somos nosotros, cuidado con las mujeres que quieren acceder al poder a base de la sexualidad.
Es un error disimular que somos menos capaces de lo que somos. Normalmente la carga de trabajo es menor de la que somos capaces de asumir, y parte del tiempo estamos a simular que hacemos algo importante, por pura estética de cara al público, o para mantener un ambiente profesional. Eso está bien. Lo que no podemos es fingir que no estamos cualificados para soportar grandes cargar de trabajo o para desarrollar cualidades y capacidades. Aunque de esa forma acabemos antes la labor en la empresa y se nos acabe el trabajo. Porque nuestro interés es el estatus, y ganar destrezas profesionales y sociales, no sólo el dinero. El dinero termina obteniéndose a través del estatus y destrezas. Por eso realizaremos nuestra labor con excelencia y perfección, mejorando los sistemas de trabajo. Y en el tiempo vacío disponible revisando y organizando el trabajo anterior, para perfeccionarlo aún más, encontrar posibles errores, y nuevas formas de hacerlo. Y a veces para complicarlo y ocultar información sensible de los ojos de curiosos ladrones de tecnología o datos. Nuestro objetivo es hacer evolucionar nuestra empresa o departamento a otro nivel, estemos en la posición en la que estemos. Y cuando terminemos nuestra labor, promocionar o buscar otro puesto de trabajo, dejándolo todo mejor de lo que estaba antes de llegar nosotros. Así que nuestro interés es recorrer todos los puestos que seamos capaces de recorrer dentro de nuestro interés, evolucionar en ellos, y potenciar el desarrollo de esas funciones en las organizaciones. Una tras otra, constantemente. Si la empresa o entidad de la que formamos parte es grande, tiene riqueza organizativa, una estructura articulada y cultura innovadora, podríamos estar interesados en mantenernos como miembros permanentes del cuadro de personal. Con aprendizaje continuo.
No trabajamos por dinero, sin embargo, el dinero es un símbolo de reconocimiento de lo que significamos para la empresa. Si la empresa nos paga poco porque carece de recursos, no pasa nada, es comprensible, y no nos importa si la tarea es de valor y un reto, que apunten la deuda con nosotros por nuestro esfuerzo en el “debe”. Pero si es una empresa con grandes recursos, nos estamos esforzando al máximo, generando gran cantidad de valor añadido y beneficios, no podemos permitir que nos paguen poco o que no nos asciendan. No es por el dinero, es por el desprecio que están haciendo a nuestro esfuerzo con actitud de aprovecharse. Tenemos que abandonar esa empresa. Y si hacen una contraoferta para que no nos vayamos como si estuviesen arrepintiéndose, la rechazaremos. Tuvieron tiempo de sobra de valorarnos, y si no salió de ellos y tuvimos que tomar la decisión de irnos antes de reconocer nuestra labor, es que esa clase de directivos y empresa, sobra de nuestras vidas. Solo cabe decirles que aceptaremos una gratificación puntual por nuestra labor prestada, para que no quedemos “molestos”, pero que nos vamos.
Aun así, siempre habrá alguien que a veces solicitará un aumento ingente de dinero, dependiendo de las circunstancias, pero no será por el dinero, será por la necesidad de un estatus para sobreponernos por encima de personas que nos están obstaculizando en esa empresa, y tener más influencia sobre los demás. Para conseguirlo todo hay que estar dispuesto a perderlo todo, hasta quedar en la calle con una mano delante y otra detrás.
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