MATRÍCULA DE INFORMÁTICA

Era el final del verano de 1999, y ya estaba bien de salud tras dos años en casa de mis tíos. Cogí de Carnota y marché antes de tiempo para Coruña para ver si me matriculaba en el ciclo de informática en el instituto I.E.S. Fernando Wirtz Suárez, antiguamente conocido como Maestría. Quería volver a tener una vida, volver a estudiar. Ya se me recuperaran las rodillas de tanto caminar, y podía hacer vida normal. Escogiera el ciclo de informática porque quería algo fácil. No me encontraba muy confiado para estudiar, non soy buen estudiante a pesar de mi cociente intelectual, porque nunca tuve el hábito ni nadie me lo inculcó. No tengo talento académico. Pero como tuve ordenadores desde enero de 1986 y programaba desde los nueve años de edad, sabía casi todo el ciclo sin necesidad de estudiarlo. Así que me resultaba sencillo aprobar, sacar el título, y tener una profesión. Y eso es lo que quería.

Fui a la oficina de la secretaría del centro a preguntar cómo iban las listas de acceso al ciclo y me dijeron: «Menos mal que viniste, porque te acabamos de llamar y no estabas en casa y le íbamos a dar la plaza a otra persona. Pero como estás aquí la plaza es tuya». Y yo feliz. ¡Qué suerte!

Y así es donde volvemos al principio de esta parte del libro. Porque fue cuando iba a este curso cuando el asunto de Paloma. Pero en el proceso de toda esta historia, vivir con mi padre y conocer mejor a mi madre, descubrí una versión bastante aproximada de lo que sucediera en mi familia, que yo no supiera porque era el más pequeño y no tenía consciencia suficiente para entender. De lo que si me diera cuenta fuera del ambiente de infelicidad, conflicto y de familia desestructurada en el que crecí, de las batallas y enojos entre todos ellos. Y aunque yo me aislaba de todo eso en mi mundo de libros, ordenadores, revistas y cómics de héroes, esa vida no era lo normal ni la realidad, y yo no me daba cuenta.