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Jason AldreySuperadministrador
CALÍGULA
Calígula era mi amigo en la escuela, el Sal Lence, ya avanzada la EGB (Enseñanza General Básica). Coincidíamos en nuestro interés en el cómic y los juegos de ordenadores, y era inteligente también. Le dije si quería ir a la academia de informática a la que iba yo y se apuntó. Así compartimos mi afición por la programación. Pasamos un par de años programando en la academia Videorama, más tarde se incorporaría Nerón, en el instituto, y también Alejandro, pero él por su cuenta.
Monté un Club de Rol llamado «Crom», haciendo una revista casa mes con las novedades e inventarios de la asociación, y al cabo de un año, me encuentro que Calígula quiere convertirse en el jefe de mi asociación, e hiciera un complot con Judas para tomar el poder, polarizando la opinión de los demás miembros. Y yo, vale, si es lo que la gente quiere adelante, pero yo me marcho. Por aquel entonces descubriera un poco que no eran amistades verdaderas, aunque no sabía muchas cosas importantes, que incluso desconozco a día de hoy. Quería centrarme en mis estudios, sacar mi tercer COU, un curso de electricidad, y entrenar en el gimnasio. Así que fue una buena excusa para irme y aprovechar el tiempo. Le di más de un centenar de actas de partidas a Calígula y los manuales. Y tal como preveía, el club terminó disolviéndose. Calígula fue incapaz de hacer lo que hacía yo. No se daba cuenta de que yo partí de la nada y lo edifiqué todo. Él sólo quería llevar el prestigio y que yo siguiese haciendo el trabajo duro. Al irme yo, nadie hacía el trabajo duro, mucho menos él, que eso del sacrificio no le va. Y en club desapareció. Aún me acusaron de quedar con 3.000 pesetas exactas de fondos de las cuotas del club. Lo que no se dan cuenta es que ese dinero quedó en una cuenta en el banco Argentaria, actual BBVA, que yo no toqué. Y que cobraban una comisión de 1.000 pesetas al año. Al cabo de cuatro años cancelaron la cuenta porque cobraran el dinero en comisiones y quedó a cero. Y yo no quedé con un duro. Y es más. Uno de los manuales que se aprobó comprar, lo pagué con mi dinero, y el club no me dio ese dinero, que eran 3.500 pesetas. Así que aún por encima, ni robé el dinero, sino que aún por encima me deben dinero, y ni siquiera cogí el dinero del banco como pago del manual sin permiso. Pueden ir al BBVA del barrio de Elviña, al lado del bar «Noche y Día», y verificar los datos de la cuenta si quieren. Pues ese era el plan en el que andaba esa gente conmigo. Personas inhibidoras, anuladoras y usurpadoras de mi personalidad, intereses y metas. Y malos amigos. Aunque la palabra amigo no encaja. Y aún por encima de acusarme, eran ellos de la clase de gente que iban a los bares y marchaban sin pagar haciéndose los despistados. Sucedió una vez estando yo, y me quedé asombrado, porque lo organizaron deliberadamente. Se me caía la cara de vergüenza, no sabía qué hacer y dónde meterme, y tuve que formar parte de eso. Fui al día siguiente por la mañana al local en la calle de la Barrera y pagué las consumiciones de todos, que éramos unos siete. Estaba muy enojado con esa gente, y no era por el dinero.
En el instituto Calígula me vino con un amigo llamado Nerón y me lo presentó. Era dotado y también interesado en los ordenadores y lo metimos en la academia Videorama. Le enseñé todo lo que sabía de programación. Y en seis meses de esfuerzos ya alcanzara un buen nivel.
Intentábamos hacer programas en equipo, pero no sé qué pasaba, nunca perecían interesados del todo. Parecían tener más interés por progresar por su cuenta que compartir lo que avanzaban conmigo del mismo modo que yo hacía con ellos.
Nuestro nivel informático era semejante al de los primeros años de carrera universitaria de informática, de aquellos tiempos. Y fue por eso por lo que quise después hacer el ciclo de formación profesional de informática. Porque casi no tendría necesidad de estudiar.
Calígula y Nerón, eran mis falsamente llamados mejores amigos. Realmente no tenía amigos, Sin embargo ellos sí que tuvieron siempre un amigo en mí. Cosa que lamento. Quince años después, Nerón me confesó que él y Calígula me cogían programas, y códigos fuente de programas para robarme la tecnología. Como si yo no les enseñara siempre lo que sabía con el tiempo. Qué necesidad tenían de hacer eso. Pues lo hicieron. Imaginaos, vuestros propios amigos os roban vuestra propiedad intelectual. Ahora los dos son grandes informáticos y presumen de que todo lo que alcanzaron en la informática es gracias a ellos. Y yo no les quiero restar el mérito que ganaron con sus esfuerzos durante tantos años. Pero todo lo que saben de informática, la afición, la pasión, y el entusiasmo por ella, y sus bases se las inculqué yo. Sí, teníamos un muy buen profesor de informática en la academia, José Antonio, que trabajaba en el centro de proceso de datos de Caixa Galicia, actual NovaGalicia Banco, como analista. Pero siempre iba más allá de lo que nos enseñaba nuestro profesor, y se lo enseñaba a Calígula y nerón. Luego, todo nuestro progreso en la academia quedó allí. Y gente como Alejo, Román y Alejandro, este último se convirtió en un devoto de Judas, aprendieron del fruto de mi trabajo. ¿De qué fruto de mi trabajo estoy hablando? El profesor José Antonio me dijo que hacer menús seleccionables con cursores no nos lo podía enseñar a hacer porque eso era muy difícil. Pero yo pensé: «Nada es imposible». Y en casa, en mi ordenador Amstrad llegué a hacerlo programando durante un par de semanas cavilando sólo en eso. Y lo logré. Un día, voy a la academia Videorama y si en el Amstrad podía hacerlo, en el IBM PS/2 de la academia también. Y lo hice en 25 minutos y se lo mostré a todos. Quedaron asombrados. Les expliqué lo sencillo que era hacerlo, y ese mismo día lo hicieron todos. ¿Qué tiene eso de particular? Que los menús seleccionables con cursores eran la base de los paneles de menús desplegables seleccionables, que para la mayoría de programas de ordenador de finales de los 80 no eran más que ciencia ficción. Y yo ya los hiciera en el Amstrad. Pues bien, desde entonces, todo el mundo de esa academia los usó. Hasta pienso que todo el mundo de Caixa Galicia, donde trabajaba mi profesor José Antonio. Y esto no me importaría si fuesen buenos amigos o amistades. Pero no puedo hacer semejante afirmación en absoluto. Tuve mi depresión, y todos me dejaron atrás. Me dejaron caer, todos ellos.
Sobre 2004 me contó Nerón que Calígula tenía experimentado tanto con mujeres como con hombres. Tal vez no era homosexual, pero probó. Eso explicaba por qué la gente de mi entorno, familia, amigos y conocidos creían que yo era homosexual. Calígula fue mi peor campaña de publicidad, antimárketing y desprestigio durante toda mi adolescencia. También explicaba por qué se celaba de las mujeres que tenían interés en mí y hacía lo posible para irnos a otro sitio, tal como sucediera una vez en el karaoke de Santa Cristina, cuando dos chicas estaban por nosotros, y Calígula hizo que las dejáramos abandonadas para irnos a la discoteca Bambina con el resto de la panda. Y yo quedé sorprendido y avergonzado. Porque las chicas estaban viniendo con nosotros después de conocernos. Y su amplitud sexual lo explicaba todo. Explicaba que lo que yo consideraba un amigo del alma, más bien, el hermano que nunca tuviera, era en realidad una atracción intelectual por su parte, y que manipulaba mi entorno en mi contra por celos y envidia. Sólo pensarlo me da escalofríos. Qué manera de destruir toda mi adolescencia. Probablemente ese fue otro factor externo desencadenante de mi depresión endógena. El rechazo de mi entorno, y en concreto de las mujeres, por la mala fama que me daba ese chico y el resto de amistades.
No tengo nada en contra de los homosexuales que mantienen el respeto. Bien sé que el 11% de las personas del mundo son homosexuales, tanto hombres como mujeres. Y que el porcentaje aumenta con el número de personas que experimentan con su sexualidad sólo por curiosidad o para saber si les gusta o no. Yo no siento ningún tipo de placer con la proximidad de un hombre. Que conste que con las mujeres, en general, tampoco me pasa, sólo con unas pocas. No me gustan la mayoría de las mujeres, y no sé exactamente por qué, es del sexo no es suficiente para mí. Necesito algo más. Tal vez se deba a que mi inteligencia emocional es aún más alta que la intelectual. Y soy muy sensible a los afectos. Pero no soy ni homófobo ni misógeno. Pero tampoco permito que me abusen.
Calígula, además de destruir mi reputación en la escuela y en el instituto, de boicotearme en el club de rol, y de robarme los códigos fuente de mis programas, también era cleptómano de ideas. En la escuela también era cleptómano de objetos, pero eso lo debió enmendar, y sólo le quedó el reflejo de la cleptomanía intelectual. Cuando yo me pasaba un día explicándole –horas y horas- una nueva teoría de cosas que leyera en las revistas científicas, o en las BBSs de las redes de ordenadores a las que me conectaba por módem, a la semana venía él contándomelo a mí a su manera diciendo: «Es una idea mía, se me ocurrió a mí», con una sonrisa hipócrita. Y eso me ponía de mal humor. Cada cosa que me interesaba, fractales, número primos, pi, número áureo, espiritualidad, y muchas teorías científicas extrañas que no quiero ni recordad, venía él y decía: «Es idea mía», apropiándose públicamente del reconocimiento de la misma. Incluso un día, puse unas varillas de inciensos de colores de adorno en la habitación, e hice una combinación de colores con un verde y naranja muy suaves. Y unos días después me viene diciendo que en la tienda de su mujer, porque se casó, hico un cartel con eses dos colores, y que la combinación de colores fue idea suya, remarcándolo explícitamente. Me acababa con la moral ese chico, era como si se quisiese apropiar de mi vida. Como si padeciese un enamoramiento homosexual celoso, ahora que lo miro en perspectiva. De verdad que mete miedo. Y yo pensaba que era mi mejor amigo y no me atrevía a decir nada. Si ese era mi mejor amigo, cómo serían el resto. Es bien cierto.
Aún tengo más cosas que contar de él. Cuando contaba o hablaba de cosas o ideas, él con frecuencia me llevaba la contraria. Negaba lo que yo decía, me inhibía como si tuviese autoridad. Y si eso te lo dice tu mejor amigo, te hundes y te sientes mal. Su amistad era como una losa que frenaba mis aspiraciones y sueños. Y luego, sin embargo, yo veía como meses o años después él estaba llevando a la práctica mis sueños, y lo que yo decía. Entró en mi academia de informática, y se hizo informático. Hizo programas que yo hiciera también por mi cuenta. Se puso a leer libros de espiritualidad como yo hacía e incluso a intentar saber más que yo para superarme en lo que yo destacaba, siempre despreciando mis opiniones para luego desarrollarlas él, intentando que yo abandonara esos temas. Se quiso apropiar de mi club de rol –que quede claro que quien dio a conocer el tema a todo el mundo fui yo, porque seguro que tratarán de negar lo que digo. ¿Quién de ellos compraba revistas de rol años antes? Sólo yo-. Me convertí en bipolar, y va él y pretende hacerse bipolar también. Increíble. De verdad, algo realmente do lo que estoy harto. Siempre aporté lo mejor de mí a ese chico como a un hermano, y me doy cuenta de que sólo me aportó compañía, y poco más. Jamás se preocupó por mí, por beneficiarme, por desarrollarme como persona, para sacar lo mejor de mí, por verme feliz, por tener éxito, un buen consejo gratuito… nada de eso. Muchas críticas, las perpetuas sonrisas hipócritas de toda la vida, burlándose de mi ignorancia por desconocer lo que hacía a mis espaldas, aprovechándose de mí, desprestigiándome, con una actitud de arrogancia considerándome un tonto, y muy callado con lo suyo, llevando una doble vida que yo jamás le conocí. Mi mejor amigo, era un impostor. Y mi vida una farsa.
No sé por qué era así este chico. Cuando fui a visitarlo al hospital CHUAC, estaba su madre –sus padres están separados y con nuevas parejas, espero que no sea por causa de Calígula-, y me estaba mirando con desprecio como si yo tuviese la culpa de que su hijo se obsesionara conmigo, como si yo supiera algo de lo que pasaba en aquel momento. Aún por encima, hombre. Lo que me faltaba. No sé qué le pasaba a ese chico pero a mí me estropeó mi vida y no quiero saber nada de él, y no pienso tolerar que su familia, aún por encima me culpe de nada. Ni padres, ni el hermano, que no sé cuánto está metido en esta historia, ni sus estirpes, linajes, ancestros ni descendencias. Yo no le hice mal a ninguno de ellos hasta ahora, y Calígula acabó conmigo, y exijo justicia, porque no sé las que me habrá hecho a mis espaldas, y de algunas que ya me estoy dando cuenta me dan escalofríos. En un perfil mío de internet le di un corte que salió volando él solo, indignado en su arrogancia, y que no vuelva. Estoy harto. Su hermano supongo que ahora está del lado de él, pero fui amigo suyo también, y es muy distinto. Me acuerdo de un fin de año que salí con él y su mujer. Era la noche de estreno del euro. Fui al cajero, saqué dinero en la nueva moneda para conocerla y los invité toda la noche hasta acabar con el dinero que sacara. ¿Por qué? Pues porque yo sabía que ese día, 1 de Enero, era el cumpleaños del hermano de Calígula. Siempre le tuve aprecio a ese chico, aunque hubo dos incidentes que él malinterpretó como que quería hacer mal. No era así para nada. Sólo espero que por lo menos él no se parezca a mi exmejor amigo del alma.Llegué a la conclusión de que no hay amigos. Los amigos en realidad son amistades. Lo que llamamos amigos de verdad sólo lo es nuestra pareja, que es la única con la que podemos tener una relación verdadera de amistad, una verdadera amiga. Y aun así, si te sale bien, porque hoy es pareja y mañana no, con los tiempos que corren. El trato puede traer el cariño para algunos de los dos, sea mujer o hombre, y las personas se confunden, y luego se producen malentendidos, como que si eres mi amigo cuando en realidad no lo es, exigencias, desengaños, despechos, venganzas y traiciones. Amigas, una, mi pareja. Más, ¿amigos? Ninguno. Sólo amistades más o menos superficiales y respetando las distancias y las confianzas. La cordialidad afectuosa por supuesto. Y la familia como amistades prioritarias. Incluidos padres, hermanos, e hijos. Sólo son amistades, no amigos. Porque abusan de los sentimientos, te manipulan, dominan y condicionan. A veces pienso que los que dan una educación formal estricta tienen razón. Y estoy más que harto.
Y ahora recuerdo cuando mi abuela Ramona se quejaba de que mis amigos aprendían todo de mí y que querían ser más que yo. Y yo no le hacía caso, porque eran mis amigos, era un chico y no me daba cuenta ni entendía nada. Cuánta razón tenía mi abuela que lo veía todo y me estaba avisando.
Y si hablo todo esto no es para destruirlo, sino porque el único modo que tengo de que la gente deje de estar en mi contra por estos motivos es que conozcan la verdad. Mirar por mi beneficio no es buscar el perjuicio ajeno, y este es el único modo. No tengo por qué pagar con las consecuencias de los actos de nadie. Que las paguen ellos.
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