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Jason AldreySuperadministrador
EL INNOMBRABLE
Lo llamo el innombrable porque su nombre es muy apreciado en Galicia, y es tabú meterse con él. Pero eso no quita que la persona a la que le pusieran ese nombre sea un paleto espiritual.
A ese chico, cuando estuve en Inglaterra le conseguí un libro muy difícil de encontrar de una secta religiosa de artes marciales a la que pertenece un reputado maestro japonés de una escuela deportiva de A Coruña. La escuela está en una perpendicular a la Avenida Finisterre, cerca del Palacio de la Ópera. Hace muchos años ese maestro enseñaba en Santa Cristina. La historia de él es muy peculiar. Al parecer era muy bueno en Japón, pero uno de sus superiores, notablemente celoso porque el alumno podría llegar a ser superior a ellos, se enfrentó con él en combate y lo humilló intencionadamente y sin piedad, haciéndole daño físico de verdad. El japonés se marchó de allí y terminó en Galicia, en A Coruña, y comenzó a dar clases. Un día lo para la policía, y debían de ser dos agentes de esos que se hacen policías no por vocación de policías, sino por vocación de otras cosas, y lo metieron en el calabozo. Y allí le iban a dar una paliza. Un policía se acercó al japonés para pegarle y salió disparado contra la pared del otro lado del cuarto. Entonces le dicen: «Ah, sabes artes marciales. ¿Por qué no lo dijiste?». Y lo dejaron libre. Una amistad mía, Germán, me contó esta historia, aunque él la sabe con más detalle que yo, pues fue alumno suyo hace más de veinte años. Pues bien, el innombrable, también estaba tomando clases con él, e iban a veces a la playa de Bastiagueiro a practicar los de la escuela posiciones en la arena y en el agua. Le conseguí el libro al innombrable en Inglaterra y se lo envié. Y quedó muy agradecido, pues me envió él dos a mí desde Galicia. Debió de enseñárselo al maestro japonés delante de todos los alumnos de artes marciales y quedar como el jefe.
Cuando volví a Coruña salía con él a menudo, y un día me dice que su padre trabaja en Repsol y que tiene la posibilidad de presentarse a unas pruebas para trabajar allí, que tendría que estudiar para los exámenes, pero que no quiere porque tiene miedo de que le llamen enchufado por trabajar su padre allí. Me pasé una hora barrenando con él para convencerlo de que se presentase a las pruebas. Le dije que él no tenía derecho a ser enchufado, pero que su padre pertenece a una familia. Y la familia en conjunto apoyó a su padre durante décadas para que fuese feliz e hiciese un buen trabajo en Repsol. Por lo tanto, Repsol no le debía nada al innombrable, pero sí a su familia en conjunto. Porque su familia llevaba montones de años sirviendo a Repsol. Y me parecería muy mal, que después de todo ese servicio, Repsol no se hiciese cargo de las familias de sus trabajadores más fieles, y le diesen una oportunidad de trabajo. Y así estuve una hora convenciéndolo, hasta que lo conseguí. Estudió, se presentó a los exámenes, pero le tocó mal destino, tuvo que salir de Galicia, pero por lo menos tenía un trabajo casi asegurado para toda la vida.
Además de eso, le programé yo su proyecto de fin de curso de informática con el que aprobó y alcanzó el título de Técnico Superior en Programación, Y además no lo hice usando un simple programa de mantenimiento con registros y matrices, no. Le hice una estructura de registros con listas de punteros de doble enlace. Y el profesor se murió del susto porque no entendía nada del código ni sabía cómo podía funcionar tan bien. Y aprobó el curso. No era la primera vez que le hacía un proyecto de fin de curso a alguien. Pero desde luego fue la última.
Después en otra ocasión, cuando yo estaba hablando en gallego, una amiga de él me llamó la atención por hablar en gallego. Y a mí me pareció mal, pero por educación no le dije nada, pues era una chica joven que no conoce bien la historia gallega. Pero se lo conté al innombrable, y va él sin saberlo yo y se lo cuenta a la amiga. Y me viene otro día la amiga toda arrogante diciendo que puedo hablar en gallego, dándome permiso. Y yo pensando para mí, no en ella, sino en el innombrable: «¿Será posible que este chico venda la amistad de los amigos por el culo de las chicas?».
Y yo no podía más con detalles de estos. Hasta se ponía a vacilar con mi novia sonsacándole información personal. Era demasiado. Y los dos teníamos un amigo llamado Carlos. Que en realidad era amigo de él, no mío, aunque yo no lo sabía. Y le dije que el innombrable tenía una actitud de paleto. Porque a una persona que le apoyó como yo, que miré por él para que consiguiese un trabajo de por vida, que le hice el proyecto de fin de curso con el que sacó el título, y más cosas de las que él es plenamente consciente, no se me hacen esas falsedades de esa manera. Y va Carlos y se lo cuenta al innombrable. Y ve viene un día a insultarme en la calle con Carlos al lado. Me quedé mirando a los dos, medio sorprendido, y medio decepcionado y defraudado por los dos. Y decidí quitarlos de mi vida. Carlos me estuvo llamando un par de semanas, pero le di cualquier excusa, porque no consideraba que les tuviese que dar explicaciones de nada, y no quise saber más de ellos. Eso de ayudar a las amistades que no tienes caladas bien cómo son, no se debe hacer.
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