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Jason AldreySuperadministrador
67. RELIGIONES
[Persona que jamás se molestó en leer los libros religiosos de la humanidad, y lo que sabe de la religión son el típico refranero de oídas y slogans prejuiciosos deformados]
«Sí, yo creo en Dios porque lo dice mi partida de bautismo. Si no, no creía ni en el ratoncito Pérez».
Desde un punto de vista racional, las cosas que creemos, las tenemos que creer, pero no creerlas demasiado. Una cosa es lo que creemos, y otra muy diferente las cosas que pensamos y llevamos a la práctica en base a esos pensamientos. Nos basamos en hechos y en pruebas. No en supersticiones. Por ese motivo investigamos y experimentamos, incluso en el ámbito espiritual. Sólo en la ausencia de pruebas empíricas podemos hacer uso de la fe, pero prevalece el conocimiento de lo que es objetivo. Porque el conocimiento es certeza. El movimiento de una hoja llevada por el viento sólo proporciona abstracciones y relaciones, pero a la hora de actuar hay que ajustarse a hechos.
Si creemos en las religiones es porque ponemos en práctica sus preceptos y experimentamos con ellos en nuestras vidas. Y las conclusiones que obtenemos suelen ser positivas. Realmente funcionan para llevar una vida más feliz, ordenada y satisfactoria, con garantías de éxito, formando familias y sociedades estructuradas. El éxito de la religión es innegable en las civilizaciones.
El problema deriva del trato con las personas. Las religiones sueles ser abiertas, y aunque los preceptos posean una utilidad ampliamente contrastada, las personas que forman parte de la comunidad religiosa, no tienen por qué sentirse identificadas con esos preceptos por mucho que lo declaren y testifiquen de memoria. De tal modo que en toda religión suceden conflictos entre las personas. Personas que realmente tienen sentimientos de odio hacia la virtud y cualidades de los demás. Y eso se debe a que las religiones se encuentran infiltradas –igual que todas las organizaciones de acceso público-.
Mayoritariamente las religiones en las que la membresía es obligatoria desde el nacimiento, prácticamente, no tenemos ninguna garantía de que esa persona esté realmente interesada en los valores y principios de la religión. Por eso, aunque ostentará el estatus de fiel de esa religión, en realidad estará actuando en la dirección opuesta a la misma, careciendo de un proceso de conversión personal. Lo cual es más la más frecuente de las razones de infiltración social religiosa. La identificación de miembro de la religión con una adhesión obligatoria o circunstancial –por ejemplo, para percibir ayudas materiales o económicas-, no es una representatividad real de la identidad de esa religión. El cómputo de millones y millones de personas en cada religión es falso. Porque gran parte de esas personas no se sienten vinculadas a esa creencia, preceptos y dogmas, y en su mayoría los desconocen por completo.
Estos infiltrados, corrompen la esencia misma de la religión, mancillan su imagen, y alejan a personas verdaderamente interesadas de la búsqueda de su significado milenario. En las religiones la infiltración es mayor o menor, y el poder suele estar controlado por personas que no profesan real interés en sus creencias, sino en el poder e influencia sobre los fieles, generando guerras internas por el poder. Para protegerse de esto, surgieron los grupos y las órdenes religiosas cerradas, fuera o dentro de las religiones oficiales, aunque algunas también están infiltradas. En ellas se exigen controles estrictos de calidad de la vocación de la persona, o su conocimiento de las enseñanzas, y la aplicación de estas, y la entrega personal a una vida de dedicación a labores enaltecedoras del ser humano y de su grandeza de origen divino. Son estas élites, las que dirigen las obras más sobresalientes de la humanidad.
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