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Jason AldreySuperadministrador
VISITACIÓN
Mi tía mayor, todas ellas por vía materna, era Carmen Visitación. Ya tenía más de ochenta años cuando falleció y estaba medio paralizada. Es la que más hijos tuvo, y la que más se sacrificó para poder sacarlos adelante, aunque algunos puedan decir, con razón desde su punto de vista, que no era así. Pero Tina no se sacrificó tanto, ni María, ni Florentina, por eso pienso de esta forma. La que sí se sacrificó más fue Ramona, la madre de todas ellas. Porque prácticamente ella sola crio a la mitad de los nietos, incluido yo.
No voy contar la historia completa de mi tía, porque aunque podría, sé que hay otros miembros de la familia que la tienen más completa y documentada, y pienso que les corresponde la labor. De todos modos diré algunas cosas sobre su familia.
Visitación tuvo siete hijos, Mª del Carmen, Jesús, Miguel, José Manuel, Isabel, Florentina y Lucía, por orden de mayor a menor. Maricarmen es prima de mi madre Tina, pero tina es unos meses más joven que ella. Tiene tres hijos, José Manuel, Lucía e Irene. Y que yo sepa tiene nietos de los dos primeros por lo menos. De José Manuel sé de Ashelem e Iván. Y de Lucía le sé de un hijo llamado Lucas. Tina, mi madre, y Maricarmen se llevan mal, porque Tina afirma que le desaparecieron unas joyas hace más de treinta años y la culpa a ella, pero nadie sabe nada de eso, y mi madre es de las personas que cuando pierden algo anda acusando de que le robaron, y luego aparecen. La cosa es que no la puede ver. Por eso sólo vi a mi prima mayor dos o tres veces en toda mi vida. Lo cual me molesta, porque es familia. Ella y sus hermanos también se llevan mal, pero pienso yo que es porque crecieron en lugares diferentes y no tuvieron cariño de hermanos. Además de que fueron criados en mentalidades distintas, lo que viene a resultar que prácticamente son de otra familia. Y es una lástima, porque es una familia grande de siete hermanos que podría haber sido muy fuerte.
Jesús y Miguel son mellizos. Jesús tiene dos hijos, Kaler y Denver. Viven en América. Es un buscavidas único en su especie. Su historia es de película. Marchó de Galicia para el Reino Unido, y del Reino Unido para América, porque lo querían matar aquí en Coruña las mafias del narcotráfico. Eran los años ochenta del siglo XX, en esa época desapareció una generación entera en algunos barrios de la ciudad debido a la droga. En América tenía familia paterna. Allí se embarcó para trabajar en la mar y un accidente laboral le dañó la rodilla. Lo dejaron abandonado en tierra, sin dinero, sin médicos ni nada en pleno invierno. Tuvo que recorrer cientos de kilómetros de la costa este cojeando, haciendo autoestop, pidiendo dinero para comprar comida y durmiendo bajo los puentes hasta llegar a casa. Casi le cuesta la vida pero lo consiguió. Afortunadamente guardó todos los datos de la compañía armadora y del seguro, y dio parte del accidente. Lo indemnizaron, y compró un edificio pequeño entero, menos un bajo comercial. Entró a trabajar para el gobierno americano y ahí salió para adelante. Vino a Coruña después del funeral de su madre Visitación en enero de este año 2013. Aprovechó para ir a recoger unos delincuentes sudamericanos y extraditarlos a América por su gobierno, y de paso visitar la tumba de su madre. Es probablemente el miembro más inteligente y listo de la familia.
A Miguel recuerdo cuando venía a mi casa y jugábamos al F29 Retaliator en el ordenador, un simulador de cazas de combate, y no paramos hasta que consiguió aterrizar el avión en la pista de aterrizaje tras treinta partidas. También recuerdo el cacharro que tenía por coche, que consiguió para estar en Coruña por las vacaciones antes de volver a América, que no arrancaba, y le tuve que ir yo a empujar meda calle al coche hasta que le encendió.
José Manuel falleció a principios de la primera década del dos mil. Era un manitas. Pintó y empapeló nuestra casa dos veces por lo menos. Tenía una novia que trabajaba en el mar. Él era una maravilla de chico, y también fue el que peor vida llevó. Tenía el defecto de que le gustaba el vino, pero para mí que era para olvidarse de lo falsa que es la gente, y lo dura que es la vida a veces. Su madre Visitación, no podía ver a mi primo Domingo, el hijo de María y Manolo, porque fue con él con quien comenzó a salir con pandas de chicos. José Manuel se equivocó con las amistades que encontró, y su madre culpaba a Domingo por eso. Visitación, para sacarlo de ese ambiente lo forzó a entrar en el ejército, pero él escapó. Lo iban a detener por desertor. Y él iba en un taxi sin dinero con una pistola, y el taxista forcejeó con él. José Manuel se puso nervioso, y terminó el taxista muerto. Lo metieron en la cárcel y cumplió la condena. Pero su vida ya estaba marcada, aunque no tanto como la del taxista. Era una dulzura de chico, encantador, siempre ayudando a su madre en las cosas de casa, en el trabajo… La cosa es que bebía para olvidar, porque era buen chico y estaba atormentado por lo que pasara. Y un día estaba en el mar pescando en una barca, cayó al agua, le dio un ataque al corazón y ahí quedó.
Isabel vivía en Inglaterra cuando yo nací con su hija María del Mar. Fue quien me bautizó suplantando el lugar de mi hermana Begoña. Por lo tanto, Isabel afirma no ser mi madrina, aunque estuvo allí, y Begoña afirma no ser mi madrina, ni siquiera saberlo, porque no estaba en Inglaterra. Así que, no tengo madrina. Tengo un padrino, que es el hermano más joven de mi padre, mi padrino Martín. Isabel tiene dos nietos, hijos de María del Mar: Brais e Icía. Isabel fue muy amiga de mi madre Tina de jóvenes en Inglaterra. Ella me paseaba a mí de bebé en el carrito con su hija María del Mar por el parque. Se separó del marido hace muchos años, y luego tuvo un novio durante muchísimo tiempo. Pero al final se dejaron. Es una de las primas con las que mejor me llevo. Aunque últimamente no se lleva bien con Tina, y es que Tina, mi madre, no se lleva bien con casi nadie.
Florentina está casada con Abelino, y viven en Inglaterra, aunque ella ahora está pasando una temporada aquí en Coruña. Fueron los que me cuidaron durante un tiempo de bebé en Reading. Tienen dos hijos, Anabel y Xavier, y una nieta hija de éste, Eve. Me acuerdo de estar con dos años en su casa jugando con el gato y su hija Anabel.
Y lucía es mi prima más joven de mi tía más mayor. Tiene dos hijos, Daniel y Noemí. Con Daniel jugaba de pequeño al ordenador. No tenía casi juegos de aquella, acababa de comprarlo, y los pocos que tenía él no era capaz de jugar a ellos por ser complicados, así que le ponía una demostración de varios juegos que cambiaba de juego a los pocos segundos con una nueva pantalla, y yo le decía que moviera el joystick rápido para conseguir pasar de pantalla. Y ahí estábamos los dos haciendo el tonto viendo la demostración, pasándolo bien. Lo que pasa es que yo estaba tocado emocionalmente por mi familia ya de niño. No lo sabía, pero lo sentía, aunque fuese un crio, y era muy retraído. Cuando venía gente a casa me escondía en la habitación o jugaba al ordenador, y no quería hablar con nadie, porque me sentía mal. Sabía que pasaban cosas que no entendía, y meter a más gente en medio me confundía más. Y Daniel era todo lo contrario, era alegre y divertido. Y me daba miedo sentir esas cosas tan extrañas y agradables para luego recibir una mala sensación por parte de los de casa.
Es una familia enorme y la mayoría de nosotros somos dotados o muy inteligentes. Y los dotados, como personas orgullosas que somos, generamos conflictos y discusiones entre nosotros. Porque nos ofendemos, y agraviamos, y no acostumbramos a encontrar motivos para perdonarnos –somos reincidentes, y tenemos mucho nervio-, entonces estamos con frecuencia de malas. Y es una pena, porque una familia tan grande podría hacer muchas cosas.
Desde mi punto de vista, la conflictividad de mi familia materna se debe a que son todas mujeres, y que mi abuelo estuvo prófugo de la Guerra Civil en el Monte Pindo y alrededores, y no las crio. A falta de una autoridad paterna que impusiese respeto y justicia en la familia, y una familia criada por separado, como le sucedió a mis tías y madre, hace que las hijas se enemisten y se mal metan unas con las otras. Y pienso yo que un factor fue ese. Si ya es complicado criar hijos en una familia unida, más difícil en una dividida. En el caso de mi tía Visitación, si marido fue asesinado en Baltimore, en América, lo cual le supuso una carga muy pesada encima de la que no fue capaz de resistir con siete hijos. Y así los hijos crecieron separados también muchas veces. Y cuando se crece lejos de los hermanos hay mayores dificultades de entendimiento. Tienen tendencia a competir y contender entre sí. También pasó en mi familia con la ausencia durante cuarenta años de mi padre José en Inglaterra. Que como quien dice, vino sólo porque se tuvo que jubilar, que si no, no venía. Lo que hizo de la mía, una familia desestructurada por completo, de padre y madre.
Y poniéndonos más analizadores todavía, todo esto es consecuencia de una guerra, que golpeó duramente a mi familia, y la dejó sin su principal sostén moral, intelectual, de autoridad, y económico. Porque además de perseguido, mi abuelo, fue expoliado de todo su oro y plata, tanto él como mi bisabuelo Antonio, el Riolo Viejo, su padre, que era también de la familia de los Cambeiros. Quien también era herrero, y dicen que tenía las manos tan fuertes que ponía cuatro nueces entre los dedos, cerraba la mano, y destrozaba las nueces.
Pues bien, yo llegué a la conclusión de que la Guerra Civil destruyó a mi familia. Las personas que desfalcaban en el ayuntamiento de Santa Columba de Carnota, y que hicieron una persecución injusta para deshacerse de mi abuelo por ser testigo y conocer las pruebas, fueron los que la destruyeron. Y las personas que acosaron, hostigaron y persiguieron a mi abuelo durante la década de la dictadura, y perjudicaron a mi familia, y la expoliaron de sus riquezas y base económica de sostén, y de su prestigio político y social de concejal, esa gente, por motivos políticos y económicos –aunque yo no comparto la ideología de mi abuelo ni la de nadie, porque intento integrar un poco de todas-, destruyeron mi familia. Y parece una broma, pero las consecuencias negativas que se van generando a través de estas dos, tres, cuatro y cinco generaciones, no hacen más que empeorar la situación, que tiene como foco una simple y puntual injusticia, en la época de la Segunda República y Guerra Civil. Y quién sabe, tal vez yo ni llegara a existir, ni mi familia, si las cosas tuvieran ido más lejos. Si no fuese por el curo de la parroquia de San Mamede, el padrino de mi abuelo Manuel, que intercedió por él. Y todo por una miserable cueva de serpientes ladronas de un ayuntamiento de suroeste de la provincia de A Coruña.
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