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Jason AldreySuperadministrador
75. PENSADORES Y HACEDORES
[Típico padre de un hijo pensador que no se da cuenta de que pensar es trabajar]
«Este chico no sirve ni vale para nada, no hace nada. Se pasa el día metido en la habitación leyendo o viendo la televisión, o navegando en internet. No doy hecho nada bueno de él. -Años después:- Sí, el chico es un alto cargo en una multinacional. Inventó un método nuevo para la industria. Ahora le sobra el dinero, ya es alguien. Quién lo iba a decir, con lo poco que sudó. Debe ser cosa de las neuronas, que cuando trabajan no se ve como sudan».
Hay un par de categorías divididas en dos subcategorías. Tenemos a personas pensadoras y a personas hacedoras. Y dentro de ellas hay pensadoras puras o mixtas y hacedoras puras o mixtas. Cuanto más pensadoras son las personas, más se dedican a analizar y más teóricas son. Cuanto más hacedoras son las personas, más se dedican a actuar y ejecutar los planes, y más prácticas son.
La dificultad que tienen los pensadores, analizadores y teóricos, es que son minoría. Crecen en un entorno normal, los acusan de holgazanes, de no hacer nada, de no servir para nada, de no llegar a nada, y suelen ser saboteados por personas pragmáticas, etcétera. Y esto es un error. Hacen algo que es vital. Piensan.
Pensar es una labor intensiva que es complicada de entrenar. En sus inicios requiere de años de vacío mental, simplemente sintiendo los estímulos, sin interrupciones producidas por la acción, para generar la conformación básica del estado de observación, la capacidad de vacío. Voy a poner un ejemplo. De día hay mucha luz y se ve todo. Pero son tantas las cosas que vemos que no sabemos en qué centrarnos, y realmente no nos fijamos en lo importante, sino en lo que llama la atención. En cambio, de noche no se ve nada, salvo una cosa, las pequeñas luces, que de día son invisibles, e iluminan los lugares de importancia. En nuestra mente sucede lo mismo. El vacío de pensamiento permite detectar los pensamientos básicos de nuestra mente, las pequeñas luces. Es el principio del autodescubrimiento y reconocimiento de nuestra identidad, nuestras luces interiores. Cuando conocemos nuestra identidad y sabemos reconocer lo que es afín a nosotros, diferenciamos las cosas, sobre todo las formadas por nuestras luces. Eso sólo es posible partiendo del vacío, de pensar sin hacer nada, aparentemente. En realidad, estamos sintiendo y observando. Tras años de entrenamiento, un entrenamiento duro, porque hay que enfrentarse a la crítica social ignorante y a la no consecución de metas en la vida durante un largo período, poseemos una estructura de realidad interior sólida que sirve para detectar e identificar todas las cuestiones que afecten a la naturaleza humana y a nuestra realidad. Y fruto de ese discernimiento está la precisión extraordinaria en la capacidad de pensar, analizar, teorizar y planificar.
Pero el mapa no es el territorio. Los que mejor conocen la forma externa del mundo físico son los hacedores, los exploradores pragmáticos. Aunque los pensadores hacen los planes, los tienen que ejecutar los hacedores del mundo físico, optimizándolo. En un mapa no aparecen los baches. Los pensadores trabajan con mapas. Los hacedores trabajan en la realidad del territorio y corrigen sobre la marcha las imprecisiones de las planificaciones. Los hacedores se centran en leer los manuales de instrucciones, no en hacerlos. Este libro es un plan, un mapa. Cada cual tiene que adaptarlo de acuerdo con sus necesidades, circunstancias y realidad.
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