81. NOSOTROS COMO CENTRO DEL UNIVERSO

[Persona que no es consciente de su valor e importancia para el mundo. Una persona es mucha gente]

«No soy nadie. Menos que un cero a la izquierda. No valgo nada. Lo que haga no importa a nadie, ni sirve para nada. Mi mera existencia mancilla el mundo».

Imaginad el inicio del universo como un punto, y ese punto comienza a hincharse como un globo. Y crece, crece y crece. ¿Cuál es el centro del universo? ¿El punto? El punto ya no existe, sólo queda la superficie del globo. Cualquier punto del globo es el centro. Todos nosotros somos el centro del universo, y todo gira en torno a nosotros, también nosotros éramos el punto central en el origen de todo.

Lo más importante somos nosotros. Ante la duda apostamos por nosotros mismos. Poseemos un potencial universal de conocimiento y de acción. Somos lo máximo de la ingeniería genética, tenemos las mejores neuronas de todo el planeta Tierra. Nosotros, somos la realidad, la causa y la razón. Somos el sentido de toda la existencia, de todo trabajo y esfuerzo. Desde el momento en que creemos en nosotros es cuando se activan nuestras cualidades divinas, una comprensión que va más allá de toda explicación y el común entendimiento. Esta realidad es nuestra, somos la autoridad para hacer lo que queremos con ella, como consideremos más adecuado en cada circunstancia, siempre quedando nosotros en una buena posición. No es una utopía, es la realidad, pero esto no son dibujos animados. Hay peligros y riesgos de verdad, rivalidad y competición real. Mejor que en el cine 3D o la videoconsola. Sólo que no es un juego. Es la vida. Y vida significa vivir, no malvivir, ni sobrevivir, sino vivir bien, disfrutar la vida, nosotros y los nuestros, y dejar el mundo mejor de cómo lo encontramos siempre que sea posible.

Sobre si resulta ególatra considerarnos el centro del mundo, es una cuestión muy sencilla. Les pareceremos ególatras a todo el mundo. Lo que no saben es que no lo hacemos por nosotros. Que nos sentimos interiormente vinculados y unidos a toda la realidad y al cosmos, haciéndonos responsable de él. Y de ahí viene nuestra apariencia ególatra, de nuestra identificación con el todo absoluto.