95. INVERSIÓN DE LA REALIDAD

[Persona alienada, dominada, domesticada y anulada]

«Hay que ser como dicen los demás, ellos sí que saben. Nosotros no tenemos idea suficiente para regir nuestras vidas. Si hacemos lo que ellos nos enseñan, seremos como corderitos blancos. Sólo tenemos que obedecer y no pensar, los que piensan son mala gente y los buscan por criminales. ¿A quién se le ocurre ir en contra de los pastores que llevan el negocio de los corderos? Quien se creen que son, ¿pastores?».

Normalmente vemos las cosas de la manera que nos imponen los medios de comunicación televisivos, radio, internet, libros y prensa. La imposición de la realidad es tan intensa que cuesta defender nuestras opiniones en medio de esta desprogramación social de pensamientos.

Para sobrevivir tenemos que invertir la realidad. Considerar temporalmente falsa toda verdad ajena y centrarnos en la propia. Eliminamos todo medio de comunicación de nuestras rutinas cotidianas. Escogemos nosotros la programación que queremos ver, sin interferencias, inclusiones, ni publicidades. Invirtamos en una selección de productos de calidad que nos inspiren como modelos de comportamiento, acción y metas que queremos alcanzar. Nos limitaremos obsesivamente a ellos. Nos reprogramaremos con ellos. Tienen que ser los mejores ejemplos de su categoría: Cine, música, literatura, prensa, páginas web, cómic, obras de arte, etcétera. Nos limitaremos sólo a ellos, investigando nuevas adquisiciones.

Así edificamos el patrón de nuestra mentalidad y carácter, objetivos y metas. Lo hacemos a nuestra manera, siguiendo nuestro interés. Sin modas, tendencias, imposiciones de medios, personas, organizaciones o culturas.

Invirtamos la realidad ajena que intentan imponernos, oponiéndonos a ella y estableciendo la nuestra propia por encima, y en contra de toda crítica, resistencia o burla social.

La vida es nuestra, y hacemos de ella lo que queremos nosotros. Nos formamos un sentido del gusto, una identidad, una personalidad con carácter, una iconografía, una mitología, unos objetivos y metas, integrándolos en nuestro comportamiento diario, convirtiéndonos en personas coherentes, creativas y únicas. Progresamos tan profundamente en nuestro estilo, de tal modo que resulta atractivo para muchos, generando un efecto social, el nuestro.

Usamos los mismos medios que usan para invadirnos, para invadir a la sociedad. Escribimos libros y otras publicaciones, promovemos la música que nos gusta, y llegado al nivel, producimos la visión de la realidad que fomentamos en la sociedad, con una identidad, valores, estilo y estética propios.

La gente no valora las identidades para las que no hay modelos o patrones. Piensan que son acontecimientos pasajeros fruto de la imaginación humana. Hay que crear modelos de nuestros valores, corrientes sociales, modas, vocaciones artísticas asociadas a ella para darles vida en la sociedad, para mostrar nuestra mentalidad, emociones, percepciones, y que sean capaces de apreciar su significado.

Si apagan nuestra voz, por ejemplo, ridiculizando nuestra visión, estilo, cualidades, educación, formas, y las manifestaciones de lo que hacemos usando los medios de comunicación y de creación artística, nos están agrediendo violentamente para acabar con nosotros en una guerra cultural. Eso es hostilidad.

Es la guerra de las realidades. Las más vulgares son mayoritarias. La excelencia es minoritaria. Y entre todo ese ecosistema evolutivo de cadena trófica de presas y depredadores culturales, tenemos que luchar para sobrevivir y dominar nosotros nuestro segmento cultural, invirtiendo primero nuestra realidad propia para encontrarnos a nosotros mismos, y luego influenciar a los demás buscando afines. Cuando formamos nuestra realidad podemos integrar cosas ajenas, seleccionadas con cuidado. Porque ya tenemos la sensibilidad propia desarrollada.