Con la cooperación, el derecho natural de la ley del más fuerte fue superado por toma y daca y su voluntad de acuerdos. Estos vínculos y alianzas refuerzan a los miembros del grupo. Es una nueva fuerza de combate. Si fuésemos afines habría cooperación, pero siempre hay tanto afinidades como divergencias. Los conflictos son inevitables en una sociedad.
Usamos como tendencia social un grado de toma y daca, cooperando y penalizando en mayor o menor medida según las circunstancias o el comportamiento ajeno. La actitud cooperadora con afines y justiciera con rivales resulta rentable.
El acuerdo sobre la realidad ente personas construye la civilización. Estimular positivamente la cooperación y negativamente el conflicto, reeduca el comportamiento social. Porque cuando los grupos carecen de afinidad entre ellos surgen culturas y civilizaciones enfrentadas y aumentan las distancias entre ellos.
El punto de vista es: «Yo y los míos primero. Coopero mientras cooperen. Si me perjudican castigo»

Ejercer el subjetivismo moral puede resultar incómodo, pero al basarse en principios, valores y una visión de cooperación y justicia, resulta más eficaz que cualquier legislación escrita que exista, que pocos cumplen de buena gana. Una civilización egoísta sana se organiza para proveer de lo necesario y realizarnos como personas, aportando más de lo que se nos requiere para recibir también más, seleccionando a quién beneficiamos para optimizar los recursos. Las creencias y filosofías saben mucho de dar a los demás, pero pocas cosas sobre darse y recibir uno mismo. No todo es dar. Merecemos disfrutar las experiencias valiosas, recibir lo que queremos. Esta reivindicación proporciona relaciones sociales satisfactorias, sintiéndonos valorados y correspondidos con lo que ofrecemos. Si ambos agentes de la sociedad en una relación sean los que sean, salen beneficiados de una interacción al ofrecer cosas los dos, entonces el éxito hace viable su cooperación futura. Damos para recibir, y recibimos para dar. Y queremos dar y dar, para recibir y recibir, Generando constantemente riqueza y valor que ofrecer para intercambiar.

El egoísta sano respeta y valora a sus aliados, sin ellos el mundo no es el mismo, y los protege por iniciativa propia. Se hace cargo de la responsabilidad. Su realidad está definida en función de ellos, son una extensión de sí mismo. Lo que está a su alcance lo coge, lo toma. Y su realidad es, el beneficio, el provecho, imponer su voluntad y conseguir lo que desea en su mente y corazón: bienes, riquezas, emociones, aprecio, admiración, amor, conocimiento, sabiduría, victorias, respeto, obediencia, protagonismo, aliados, perpetuar su estirpe, trascenderse, etcétera, para él y para los suyos.
Cuando hace miles de años el hombre vivía a la intemperie sometido a la naturaleza, no había ley, justicia, ética, ni religión. Cada persona hacía su voluntad, bien o mal según su sentir y pensar, imponiéndose y sobreviviendo. La vía que encontró para proteger sus intereses fue el egoísmo sano, beneficiar a los aliados excesivamente, toma y daca para regular a los rivales, y ejercer su derecho natural en ausencia de códigos legales para imponerse por la fuerza sobre sus agresores. Poco a poco las decisiones naturales que funcionaban fueron convirtiéndose en costumbre, luego en norma y finalmente en las primeras leyes. Surgió la civilización.

El egoísmo sano nos impulsa a alcanzar lo que nos gusta a nosotros mismos: sentir, vivir, gozar placeres y satisfacciones, aprender, alcanzar metas y procrear. Pero vamos más allá y nos determinamos a preparar el camino a los descendientes para que dispongan de recursos, formación, garantías y reducir sus riesgos y peligros. Con todos esos requerimientos sin límite para las generaciones futuras del clan, surge la motivación por lograr apoyos sociales y posiciones de ventaja para hijos, nietos, bisnietos, aliados sin límite, ambición sin fin. Cuanto más se consiga, mayores oportunidades tienen los descendientes. Es terreno que se gana sobre los rivales. Una lucha que no sólo transcurre en el presente, sino que se prolonga al futuro. Y podemos ganar posiciones desde ahora. La visión nos proporciona una planificación temporal que altera nuestras prioridades presentes con vistas a los intereses que están por venir.
El punto de vista es: «Yo, pareja, familia, clan y sociedad, dominamos cooperando. Los rivales son futuros aliados y miembros de nuestro clan y sociedad. Generamos riquezas en exceso para que nadie necesite agredir. Y creamos una sociedad abundante en la que nuestros descendientes puedan gozar y vivir».

Antes de eso, tenemos que ser conscientes de una cosa. La vida es competir. Para ello nos centramos en la vida exterior. Sólo incorporando triunfos podemos reparar las viejas heridas y fracasos. Pensar en derrotas pasadas nos centra en una actitud perdedora que no resuelve nada, lo empeora. Demostramos nuestras aptitudes ganando. Competir lleva a una vida mejor con grandes ventajas.
Hay varias formas de competir, como jugador, entrenador, inversor o como organizador de la competición. El nivel más bajo es no competir. Dentro de los que compiten están los jugadores, que lo hacen a título individual; los entrenadores, a nivel de grupo; los inversores, a nivel económico; y los organizadores, que gane quien gane ellos siempre ganan, porque la competición les pertenece. Esta es la posición deseable, la de organizador, la de dueño y dominador. Conoce a la perfección la competición, a los que son mejores, sus rendimientos, cualidades, y puede negociar con esa información para favorecer a aquellos que les convenga, a sus aliados. Es por ello que, los jugadores, entrenadores e inversores que están más próximos a la organización llevan ventaja. Y los más alejados se encuentran con obstáculos. Porque la organización echa una mano a los primeros. No existe imparcialidad absoluta, siempre tenemos inclinaciones y condicionamientos.

Competimos por nosotros, para cubrir nuestras necesidades y tener una seguridad y calidad de vida, por nuestras familias, amistades, también por sus hijos que serán aliados de los nuestros, y por los colectivos de los que formamos parte. Es una ambición sin fin que aumenta con el tamaño de nuestras relaciones y los vínculos afectivos que tenemos con los demás. Tomando decididamente sobre nosotros la responsabilidad de protegerlos, proveerlos y beneficiarlos en todo lo que podemos. Esa ambición nos lleva a luchar y competir sin descanso por nosotros y los nuestros. Porque valoramos la calidad y significado de las experiencias que compartimos juntos, y con las cosas buenas que ofrece la vida.
La actividad profesional se debe escoger por su prestigio o para desarrollar habilidades, no sólo por el sueldo, salvo caso de extrema necesidad. Las personas asocian prestigio a algo superior, idealizado que respetan. Este prestigio facilita las relaciones sociales y la cooperación con las personas. Así se alcanzan metas que sólo con dinero o recursos serían imposibles. Convirtiéndose en la principal fuente de influencia social, y de obtención de nuevos ingresos, financiación y apoyos.

Requiere más esfuerzo mantener y criar a una familia feliz que una victoria deportiva, y sin embargo socialmente se reconoce al deporte, pero no al logro familiar. El éxito deportivo tiene su mérito, pero hay cosas más importantes que tenemos que afrontar y no obtienen reconocimiento. Debido a esto, acostumbramos a esforzarnos poco al no ver beneficios, lo cual es un error, pues la victoria personal es tan importante como la social. En la personal tenemos que premiamos nosotros para estimularnos. Pero si vinculamos nuestros éxitos personales a obtener un reconocimiento social, nuestra motivación se incrementa y resulta sencillo superar retos privados. Por ejemplo, comprometiéndonos socialmente con nuestras metas. Algo que nos obliga a cumplir lo que decimos.
Todo precursor realiza un esfuerzo múltiple. Descubrir un campo nuevo desde cero, llevarlo a la práctica con excelencia y enfrentarse a la oposición del prejuicio y resistencia social. Los que hoy siguen sus pasos se atribuyen el prestigio y los méritos cuando la realidad es que la labor, aunque de gran importancia si son buenos, es muy diferente de la de su predecesor. Es un camino protegido por el prestigio social del pionero. Una organización de ámbito social necesita de reconocimiento y prestigio para ser respetada, recibir cooperación popular e institucional, y los pioneros partieron de la nada enfrentándose a todo y todos, y suelen ser los más grandes.